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Disfruta

Excursión en la Quebrada de Macul

 

Ese día desperté temprano pensando en la ropa que iba a ponerme. Me pareció, dado que era invierno, que lo mejor era ocupar varias capas: polera sintética, polar y cortaviento. Pero lo más importante, los zapatos para caminar con caña alta.

No conocía el lugar a donde íbamos así que había que estar preparados para todo. Para completar el equipamiento llené la camelback con agua, puse unas barritas de cereal con fruta en la mochila y tomé mis bastones para comenzar la aventura. No me tomó más de 30 minutos para llegar a la entrada del Parque Quebrada de Macul que se encuentra en Peñalolén, pasado el acceso de la universidad Adolfo Ibáñez hacia el sur.

Estacioné en el acceso al parque y me acerqué con el grupo de amigos que habíamos coordinado al puesto de control para entrar. Nos tomaron nuestros datos y comenzamos a caminar.

El primer tramo, de unos 20 minutos fue en un camino de tierra más amplio que pasó por medio de un predio que se quemó lamentablemente en los incendios del verano. Por suerte ya se ven pequeños retoños y hay esperanza de que vuelva la vida a ese sector.

Luego llegamos a la entrada real del parque, que tiene como cuidadora a la “señora lata” que nos recuerda regresar con toda la basura después de nuestro paseo, para no dejar rastro de la visita y ser cuidadosos de la naturaleza en la montaña. Se trata de una escultura en forma de persona, casi a tamaño natural compuesta de puras latas de bebida.

Desde este punto comienza un sendero que es principalmente de ladera sur, por lo que la vegetación es verde y exuberante. Por lo mismo, en invierno es muy frio. Mucho Quillay y Litre encontramos durante todo el camino.

Al principio se deja ver el agua que pasa por un estero que viene de la cordillera y que se aleja a ratos del sendero mientras vamos subiendo hasta la cascada de San Juan. Sin embargo, después de unos 45 minutos de caminata, sin subir demasiado, se nos aparece nuevamente el riachuelo junto a un maravillo bosque de Peumos. Oportunidad entonces para acercarnos al agua y contemplar la hermosura del bosque.

Seguimos luego nuestro camino y la suerte nos acompañó. Siempre había escuchado, pero nunca había visto el famoso trébol de cuatro hojas. Aquí pude inmortalizar ese momento para llevarme la suerte conmigo.

El camino continuó por cerca de 45 minutos más, con algunas subidas un poco más pronunciadas, pero sin peligro, y siempre por un sendero.

Y la final la recompensa. Una serie de cascadas en donde la principal la llaman Salto de San Juan.  En este lugar comimos un poco para recuperar las fuerzas y luego emprender el regreso que siempre es más rápido.

Un paseo realmente es recomendable, apto para toda la familia y que solamente te toma una mañana.

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